¿En qué parte de nuestro cuerpo guardamos la memoria?

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Imagen digital de un cerebro con rayos de luz
La memoria es un concepto que, a pesar de ser conocido por todos, desconocemos realmente. Y es que es muy importante que entendamos de dónde vienen nuestros recuerdos, en qué parte de nuestro cuerpo guardamos la memoria y por qué nos acordamos de unas cosas y de otras no.

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Podríamos definir a la memoria como la capacidad de registrar, conservar y evocar experiencias de un individuo aunque, según el Diccionario de la Real Academia Española la memoria es “una facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”.

En el proceso de la memoria influyen varias partes de nuestro cerebro. El hipocampo es la zona del cerebro que se encarga de la memoria a corto plazo (minutos, horas o pocos días) mientras que, la corteza temporal es la responsable de los recuerdos a largo plazo (días, meses y años).

Además, la memoria no solo permite almacenar en nuestro cerebro recuerdos sobre sucesos. También nos permite recordar sentimientos, pensamientos, ideas…

La rutina de vivir

En ocasiones nos hacemos preguntas tales como: “¿Por qué me acuerdo de este suceso, que ocurrió hace ya mucho tiempo, y no recuerdo lo que cené antes de ayer?”

Para responder a esta pregunta, debemos tener en cuenta la relación que existe entre la rutina y la memoria.

La vida de todos y cada uno de nosotros se encuentra limitada por rutinas de todo tipo: rutinas cotidianas (hora a la que nos despertamos, comidas…); laborales (tareas que realizamos diariamente en la oficina), familiares (visitar a nuestros padres todos los domingos) y sociales (quedar los viernes por la tarde en el mismo de bar de siempre con mi grupo de amigos).

Esta rutina de vivir evita los sobresaltos y sabemos en todo momento lo que va a ocurrir. Sabemos, por ejemplo, que si es lunes por la mañana el despertador nos va a sonar temprano y que de camino al trabajo nos encontraremos con un atasco, que por la tarde iremos al gimnasio a entrenar como todos los días… Esto provoca que nuestro cerebro no trabaje para almacenar esa información rutinaria en todo momento.

Sin embargo, cuando durante esa rutina nos sorprende algún suceso inesperado, lo más seguro es que recordemos todos y cada uno de los aspectos que formaban esa rutina diaria.

¿Por qué ocurre esto? Bien. Muchos analistas han llegado a la conclusión de que eso ocurre porque, cuando existe un suceso trágico, dramático e inesperado, nos vemos sometidos a información continua acerca de ese tema (llamadas telefónicas en la que el tema es monótono, televisión, radio, redes sociales, periódicos…).

Esto puede ser cierto, pero deberíamos cambiar el eje central de la cuestión. Lo importante ya no es el hecho de que jamás olvidarás esa imagen, sentimiento o suceso sino que nunca vas a olvidar lo que estabas haciendo en ese mismo momento. Y es que, en estos casos, sí que recordamos unas rutinas que, en cualquier otra circunstancia, seguramente habríamos olvidado.

Pongamos como ejemplo el atentado del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York. Si nos preguntamos a nosotros mismos o a cualquier persona de nuestro entorno, seguro que recuerdan con todo detalle el momento en el que se enteraron de la noticia. Y ya no solo a través de qué canal (radio, televisión, una llamada…) sino lo que estaban haciendo en ese preciso instante (desayunando mientras veía las noticias, en el coche escuchando la radio de camino a clase o al trabajo, etc).

Estos sucesos inesperados dejan una huella amnésica marcada para siempre debido a su importancia y dramatismo.

El largo camino del guardado en la memoria

¿Por qué guardamos esos recuerdos de manera tan precisa? ¿Cuál es el proceso fisiológico que nuestro cerebro realiza para consolidar esos recuerdos?

Los neurocientíficos llevan mucho tiempo estudiando el campo de la memoria y, aunque todavía quede mucho por descubrir, ya han conseguido asentar algunas bases. Un suceso, pensamiento, idea o sentimiento se convierte en recuerdo a través de conexiones neuronales que se trasladan al cerebro.

Además, según estos expertos, la memoria es selectiva. Cuando nosotros almacenamos recuerdos y queremos mantenerlos, debemos alimentarlos para que esa conectividad neuronal no se pierda. En el caso contrario, cuando una memoria en particular no se revisa, las neuronas que codifican la memoria pierden contacto entre ellas y esto deriva en el olvido.

Para entender mejor por qué recordamos aspectos tan concretos, destacaremos tres elementos fundamentales:

Interés

Cuando algo nos gusta, nos interesa o incluso nos preocupa, se consolidará mejor en nuestra memoria como un recuerdo. Esto nos pasa, por ejemplo, cuando vemos una película. Si nos ha gustado e interesado realmente, vamos a almacenar en nuestro cerebro muchos más detalles acerca de ella que si una película nos resulta “sin más”.

Comprensión

Registramos mejor la información en nuestra memoria cuando la entendemos realmente. Esto es típico en los estudiantes. Cuando intentan retener a la fuerza y de memoria un temario, esa información se perderá a poco tiempo. En cambio, si se paran a comprenderla y entenderla en profundidad y con detenimiento, es muy probable que la recuerden durante mucho más tiempo.

Emociones

Cuando un suceso nos produce emociones extremas e intensas, ya sean positivas o negativas, se generará un fuerte recuerdo que perdurará en nuestra memoria para siempre. Por ejemplo, la muerte de un ser querido, si alguien muy cercano te da la noticia de que va a ser padre, etc.

La necesidad de olvidar

El olvido suele tener una mala fama es algo que todos intentamos evitar generalmente. No obstante, el olvido es imprescindible para seguir evolucionando y desarrollándonos como personas.

Es importante entender que, nuestro cerebro tiene límites y que el olvido complementa al recuerdo. Cuando olvidamos dejamos espacio para nuevos recuerdos y, gracias a él, nuestro sistema nervioso nos abre a lo imprevisible borrando aquellos recuerdos que no necesitamos y que no son realmente importantes.

Además, olvidar puede ayudarnos a superar algún episodio traumático que hayamos vivido para que podamos seguir adelante con menor dificultad.

Por otro lado, a raíz del desarrollo digital y la aparición de las redes sociales, estamos constantemente bombardeados con una gran cantidad de información que puede generar ruido en nuestro cerebro. Por ello, es importante que podamos filtrar qué información queremos retener o es importante para nosotros y cuál no, para olvidarla y dejar espacio para recuerdos nuevos.

Todas estas razones nos pueden hacer entender que, no recordar algo no quiere decir que “tengas mala memoria” o que tenga algún problema de salud aunque, en ocasiones puede producirse, si no que tu cerebro selecciona minuciosamente cada uno de los recuerdos que va a almacenar.

Ceguera atencional y memoria

La ceguera atencional se produce cuando una persona no es capaz de prestar atención a varios estímulos en un mismo ambiente. Esta no es ninguna deficiencia sino que es, simplemente la incapacidad de un individuo de prestar atención a un suceso, imagen o evento inesperado mientras está desarrollando otra actividad que requiere atención.

Esto puede producirse por ejemplo, si vamos conduciendo y manteniendo una conversación con el resto de gente que hay en el coche. En este caso, no estaremos prestando el 100% de nuestra atención a la conducción y podemos no fijarnos en alguna señal importante y no responder tan rápido a algún estímulo inesperado como, por ejemplo, un frenazo.

Es cierto que nuestro inconsciente es capaz de percibir todos los sonidos, imágenes y estímulos a la vez pero, solo llega a nuestra conciencia una selección de todos ellos.

La capacidad de la atención es algo que podemos trabajar y desarrollar para estimular nuestra mente y ampliar el abanico de estímulos que procesamos y hacemos llegar a nuestra memoria.

Memoria transactiva

Conocer el significado de este concepto puede resultar muy interesante ya que es muy probable que no seamos conscientes de que este fenómeno ocurre en nuestra rutina diaria constantemente.

La memoria transactiva es el proceso mediante el cual los individuos delegan la labor de recordar información en otras “memorias externas”. Estas pueden ser personas, dispositivos electrónicos…

Esto es muy útil y beneficioso ya que entre todos podemos recordar más información detallada y esta gestión colectiva de información puede ser ventajosa en miembros de empresas, equipos deportivos o incluso familias.

Esta labor puede ir desde algo tan simple como pedirle a tu pareja que recuerde la fecha de una próxima cita médica hasta, en un equipo de trabajo, que cada profesional delegue conocimientos en otros individuos por si decide irse de la empresa asegurarse de que el resto tendrá una base de conocimientos sobre las tareas que realizaba.

En nuestra rutina diaria es algo que solemos hacer continuamente como, por ejemplo, cuando le pedimos a nuestra pareja que nos recuerde apagar el horno en 20 minutos, cuando le pedimos a nuestra amiga que nos recuerde el sábado que hemos quedado a tomar el café… Así podemos despreocuparse en parte y disolver ruido de nuestra mente ya que hemos liberado información que quizás no sea tan importante.

Todos estos conceptos de los que hemos hablado nos ayudarán a entender por qué la memoria es tan importante y que relación tiene con nuestro día a día y con nuestra identidad personal. La memoria ha ido evolucionando a la vez que la sociedad, la tecnología y la ciencia y la manera en la que recordamos ha ido variando con el tiempo.

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